Érase una vez un
ratoncillo muy pequeño, llamado
Pérez. Tan pequeño, tan pequeño, que cuando sus compañeros le llamaban, él tenía que encender una cerilla para que le vieran.
En el cole
siempre le hacían burla por su pequeño tamaño, pero a él le daba igual y hacía oídos sordos a todo lo que le decían.Sin embargo, de lo que algunos no se daban cuenta, era que
Pérez, era el
único ratón que no caía en las trampas de los humanos. Cuando había que sortear las trampas para llegar a la madriguera, Pérez se las arreglaba para
moverse con agilidad y no pisar nunca en el mecanismo que activaba las trampas